10 de mayo de 2010

Aguacero de Mayo


"Lluvia cae lentamente sobre mi”… diría Enrique Iglesias, en un tono muy alegre y algo amariconado. Yo prefiero la frase de Antonio Birabent: “a mi la lluvia, a mi la lluvia no me inspira”.
El aguacero es lindo cuando podemos quedarnos comodamente en casa y comer tortas fritas; o escuchar caer las gotas abrazados a nuestro "amor" en una noche de tormenta. Pero hay pocas cosas peores que un día de lluvia en la gran ciudad.
En primera instancia, la humedad. Por más que te esmeres en arreglarte el pelo de la mejor manera, llegarás a donde sea que vayas con la cabeza hecha un nido de caranchos.
El tránsito es un infierno. Hay filas de vehículos avanzando a paso de hombre, empapando, siempre que pueden, a la gente que va caminando por las veredas.Quiero pensar que es sin querer; pero tengo mis dudas, se me hace que muchos lo disfrutan, parece que hacen lo posible para pasar bien pegados al cordón de modo tal que la ola tenga más alcance… ¡canallas!
Pero los pozos hacen justicia (cuando no salpican también). Los que avanzan en sus cuatro ruedas se llevan por delante los innumerables baches, devenidos en piletones, que poseen las calles de Buenos Aires.
Es sabido por todos que no hace falta que llueva torrencialmente para que la City se inunde como si hubiera caído un diluvio. En cualquier momento los botes se transformarán en transportes públicos.
Los que circulamos por la acera debemos enfrentar grandes desafíos, llenos de obstáculos a sortear para llegar a destino lo más presentables posible.
Hay que lidiar con las baldosas flojas. Acechan por doquier, cual campo minado. Por más que uno mire el suelo al caminar se las lleva por delante, son traicioneras. Suelen salpicar una mezcla de agua de lluvia con mugre, que va a parar a la botamanga del pantalón o a la medibacha de las damas que visten pollera.
Y los paraguas… Muchos deciden no usar este utensilio, por lo general los jóvenes. No se quién impuso la moda ridícula del “no paraguas” si sos joven, seguramente algún chistoso. Aunque debo confesar que años atrás formé parte de esa tribu, hasta que me pegué una mojadura antológica que convirtió en papel maché la carpeta que llevaba a la facultad. Ahí me dije: “¡ma` per qué!, se acabó mi juventud”… fue entonces cuando me aferré al paraguas y nunca más lo solté.
Aprovecho para hacer un llamado a la solidaridad: Si sos de los que lleva paraguas, tene la precaución de no caminar bajo los techos. Si te cruzas con alguien que no está provisto de uno, vos que tenes techo móvil desplazate hacia la calle, asi le queda un reparo al pobre infeliz; para qué redundar en una doble cubierta, no seamos egoístas.
Y si, el uso del “sombrilludo” trae complicaciones. Las ráfagas de viento amenazan su integridad. Cuando soplan en una sola dirección resulta manipulable; una vez que detectamos en que sentido corre ubicamos el paraguas en contraposición y problema resuelto. Pero se pone bravo cuando hay viento de direcciones variables. Este caso requiere la aplicación de una técnica basada en la rapidez de la percepción ventosa, para poder maniobrar en el preciso instante en que la ráfaga cambia su sentido y de esta forma evitar que se produzca el embolse que pondrá punto final a la vida útil de nuestro amigo “paragüete”.
Pero no todo termina acá. El congestionamiento de gente con paraguas en las veredas se torna caótico y algo peligroso, debido a las puntas que, en un descuido, pueden terminar dentro del ojo de alguien. Por eso se debe caminar con atención y esquivar para un lado, para el otro, levantarlo bien alto, a veces hay que agacharse, se debe hacer lo necesario para evitar la colisión.
¡El granizo! (casi se me olvida). Cuando hablamos de lluvia inevitablemente brota el miedo ante la posible caída de granizo que, gracias al calentamiento global, cada vez adquiere mayor tamaño, convirtiéndose en cascotes considerablemente peligrosos.
No me preocupan las abolladuras del auto que no tengo, pero si me aterra pensar que puedo quedar bajo la pedrada con el paraguas hecho un colador (inventores anoten: paraguas blindado por favor).
Suele definirse al “infierno” como un lugar terrorífico envuelto en llamas, pero los días de lluvia le dan una nueva descripción: lugar terrorífico pasado por agua.
En conclusión… será mejor armarse de paciencia y hacer como Gene Kelly en el clásico hollywoodense “Cantando bajo la lluvia”… “I`m singing in the rain, I`m singing in the rain”…

1 comentario:

Unknown dijo...

Hola urbanicienta. Esto está bueno che, podriamos hacer algo. No se suponte relatos ilustrados, cuentos etc, para publicar y llevar a editoriales a ver que pasa. tepa?.